
Cucarachas. Solo Dios sabe cuanto las aborrezco. Con sus patas peludas y vientres brillantes se pasean por la Tierra con el macabro plan de conquistar el mundo. Con esas dos antenas que se mueven independientes como ojos que parecen mirarte calculando el momento preciso para atacarte. Y que decir de esa fragancia característica que dejan al pasar, ese repugnante y fétido olor metalizado que sientes sobre las superficies por las cuales han caminando las muy descaradas. Y esa maldita manía que tienen de perseguirte con el único fin de subir pierna arriba.
Portadoras de enfermedades como la lepra, la fiebre tifoidea y otros males de la edad media. Las hay blancas, negras, marrón, chiquitas, grandes, GIGANTES, y para colmo de males algunas poseen alas, (la Cucaracha Monstruo). ¡Vuelan Las muy sin vergüenzas!
¡¿Porqué, Dios? ¿Porqué?! Como si no fuera suficiente el poder que tienen de escabullirse por cuanto hueco encuentran. Si, es cierto, ¿no lo sabían? sufro de "cucarachifobia" .
¿Vergüenza? A veces; pero la sudoración excesiva, la parálisis repentina y la taquicardia cuando uno de esos bichos amenaza mi vida, me hacen olvidar rápidamente el significado de la palabra vergüenza.
Una sola sobre mi, es igual a miles. No lo puedo explicar.
Aquí entre nos... ¿Saben que es lo peor que le puede pasar a un entomofóbico? Pues no señor, no es verse obligado a leer en el colegio "La Metamorfosis" de Franz Kafka; ni ver por error las escenas de la asquerosa película de los 80's "Trepadoras Mortales"; ah! y tampoco ver impotente cómo una cucaracha voladora entra por la ventana de su cuarto para apoderarse del mismo y pasar la noche en vela sin poder entrar a la habitación, pensando en que tendrá que ir al trabajo en pijama.
No eso no es lo peor. Se los voy a contar.
Cierto día, (cuando ingenuamente creía que todo lo malo que podía pasar con esa clase de insectos, ya me había pasado) salí del apartamento y tomé el ascensor rumbo al primer nivel. Cuando iba por el sexto piso el elevador se apagó y los frenos de emergencia me dejaron suspendido en algún piso del edificio. Hasta ahí, normal. Tranquilamente oprimí el botón de emergencia y esperé un largo rato para que vinieran a rescatarme pero nadie apareció. Así que tuve la "genial" idea de abrir las puertas del ascensor con mis manos y ver si tenía oportunidad de salir. Para mi desgracia, lo que encontré fue una pared de hormigón y un gran número 4 de color naranja.
Y, como si de repente hubiese quedado atrapado en la más horrible de las pesadillas de Stephen King, decenas, por no decir miles de cucarachas salieron de entre las paredes de hormigón y empezaron a ingresar al ascensor...
¿Que si he pensado en buscar la forma de superar la fobia? ¡Claro que si!
Pero justo cuando decidí hacerle frente al peor de mis temores, cual ruleta del destino, mi entomofobia recurrente pasó a ser el menor de mis miedos, cuando estuve a tan solo unos minutos de perder la vida junto a un compañero de trabajo, en lo que parecía ser un atentado (rescate); entonces el miedo a la muerte y al misterio que rodea el tema de la vida después de ella, desplazó de su glorioso primer lugar a mi ridículo miedo a las cucarachas.
Maldita necedad del ser humano en temerle a lo que daña el cuerpo y ser condescendiente con lo que daña el alma en el infierno.
C.S. Lewis dijo: "Lo que no es eterno es eternamente inútil"
Hoy por hoy cuando Cristo ha tomado el control de mi vida y resuelto el horroroso tema de mi muerte eterna, la entomofobia ha vuelto a ocupar el honroso primer lugar en el Hall de la Fama de mis miedos personales. Puede que sea socialmente aceptable la tendencia humana a temerle a bobadas, y por el contrario, poco popular preocuparse por temas como la vida eterna y la muerte eterna, el cielo y el infierno; pero ignorar o negar la existencia real de estos, no cambiará una verdad que podría estar a un segundo de ser confirmada.
Y tu, ¿A que le tienes miedo?
Por Mauricio Serna